RESIDENCIAL SANKOSME TOLOSA VIVIENDAS LIBRES Y TASADAS Etxebizitza libreak eta tasatuak muno.eus | 943 15 70 07 Agaramundu, 3 Behea - TOLOSA HEMOS INICIADO LA VENTA DE LA PROMOCIÓN PROMOZIOA SALTZEN HASI GARA Jueves 22.06.22 EL DIARIO VASCO 8 SANJUANES JAIAK Arri Pauso kalea, historia viva de Tolosa Calle Arostegieta. Arostegieta, Arpausokale, evocación nostálgica de una calle emblemática de nuestro casco histórico, el aliento de la vieja Tolosa FRANCISCO ATONDO Al pasar por la calle, uno recuerda con cariño todos aquellos bares y comercios que desaparecieron dejando recuerdos imborrables Tras el derribo de las murallas, Tolosa centró todas sus ilusiones en la expansión de la población hacia los terrenos extramuros. Hasta entonces, la tranquilidad de la protección de la vieja cerca, franqueable solo por sus cinco puertas de acceso, se veía reforzada por la vigilancia nocturna que la guardia urbana realizaba por el exterior del cierre defensivo, a lo largo de la orilla de la regata de Erretengibel desde el convento de San Francisco hasta la zona del puente de Arramele, donde desembocaba en el Oria, convirtiendo a Tolosa en una isla entre las dos vías fluviales. El lado de los impares de la actual Arostegieta constituía el límite de la villa y para vadear la regata, además del puente de Las Damas, por el que se accedía a una de las puertas, a la altura de la calle Leitza, existían varios lugares para cruzar la corriente mediante unas piedras de paso, como las que todavía subsisten en un idílico lugar del Arga, en Pamplona, donde Montxo Armendariz rodó unas preciosas escenas de su película ‘Secretos del corazón’. El nombre en euskera de estas piedras ‘Arri Pausok’ originó que, desde el mismo día de su construcción, la calle Arostegieta fuera conocida por Arri pauso kale, o ‘Arpausokale’ en formato más popular. Hacia 1825, la villa iba a acometer la que sin ninguna duda, ha sido la más ambiciosa y atrevida obra urbanística en toda su historia : la canalización de las aguas del afluente del Oria, y posterior cubrición de su cauce, que iba a posibilitar la creación de nuestro primer gran ensanche. La zona de riberas fluviales donde se efectuaba la ronda nocturna que hemos comentado, era conocida por ese motivo como ‘Rondilla’, que sería el nombre con el que ha llegado hasta nuestros días. Esta nueva arteria se convertiría con los años en la travesía urbana de la N-1, auténtica pesadilla de tráfico hasta la construcción de la autovía en la década de 1970. La edificación de las casas de los dos lados de la nueva calle originó a partir de entonces otro importante pulmón comercial con dimensiones hasta entonces desconocidas en el casco viejo. Y no solo comercial, porque las clases adineradas de la villa establecieron en las nuevas casas su residencia confiriendo un aire de importancia a la que en las décadas posteriores se iba a convertir en la capital de la provincia. A los pocos años, la construcción de la actual plaza Euskal Herria, que primero se llamó «Nueva» y más tarde «Justicia» por el asentamiento en ella del juzgado de primera instancia, constituyó un nuevo paso adelante, convirtiéndose este nuevo espacio en el centro lúdico por excelencia de los tolosarras en el que se iban a desarrollar en adelante los actos multitudinarios de la población, las corridas de toros y la feria de ganado. El nacimiento de la nueva plaza trajo consigo la creación en torno a ella de las calles Cuartel, Beotibar, Andía, y Convenio, cuyo nombre se debe al Convenio de Bergara, que acabó con la primera guerra carlista. La calle Arostegieta, a partir de la desecación de Erretengibel y la construcción del lado de los pares, se convirtió inmediatamente en una de nuestras zonas de mayor ebullición comercial y de hostelería. Hoy en día, al pasar delante de sus viejas casas uno recuerda con cariño todos aquellos bares y comercios que desaparecieron dejando una estela de recuerdos imborrables. En el arranque de la calle por la Plaza Nueva se encontraba el taller de Radio Tolosa, de Ortiz de Zarate. A pocos metros, en un pequeño almacén, Orús el droguero descargaba grandes camiones de petróleo a granel para las antiguas estufas y a pocos metrosla zapatería ‘La Vizcaina’, de Andrés Madariaga, más tarde tienda de confección de Calvo-Eizaguirre. Al lado, en la heladería Ibañez, que luego se trasladaría frente al triángulo, Daniel, su mujer y sus hijos hacían el mejor helado del mundo y unos cucuruchos de barquillo que nadie ha conseguido igualar. En la actual carnicería Goya estuvo la cafetería Lorea, icono de modernidad para la hostelería de la época. Al otro lado, el mercado de abastos, en el que las caseras ataban los humildes burros con su cara de buenas personas a las argollas de la fachada. Anexos, los numerosos puestos de la bulliciosa pes-
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