3 La industria Para conocer el desarrollo que ha tenido la industria en Gipuzkoa en los últimos 90 años conviene primero conocer el punto de partida, que no es otro que el de comienzos del siglo pasado. A grandes rasgos, el territorio era el mayor productor de papel de España gracias a un potente sector papelero, sobre todo en Tolosa, Errenteria y Hernani; tenía una buena representación en el sector textil, con empresas de tamaño mediano y pequeño; tenía un sector siderúrgico menos potente que el vizcaíno, pero abastecía a las industrias metalúrgicas de Gipuzkoa; había crecido, sobre todo gracias a Rezola, en el sector del cemento, que exportaba al resto de Europa; y ya se intuían en la radiografía de las empresas una estructura similar a la actual: pequeñas, muy diversificadas y localizadas a lo largo y ancho del territorio. Con estas bases, y con un interesante tejido de cajas de ahorros y bancos, el tejido empresarial e industrial de Gipuzkoa creció en las primeras décadas del pasado siglo, favorecido también por políticas proteccionistas y ventajas del Concierto Económico. En los años 20, además, se apostó por la reconversión industrial y cobraron mayor protagonismo sectores que más tarde serían decisivos, como el de los electrodomésticos, la alimentación o los transformados siderometalúrgicos (la armería, por ejemplo), sin que ello supusiera un menor peso de otros ámbitos en los que Gipuzkoa tenía peso, como el papelero, el textil o el cemento. También se apreció un importante impulso industrial a sectores surgidos de la segunda revolución industrial, como el teléfono (Gipuzkoa fue líder en los años 20 en redes telefónicas), la automoción o la aviación. En 1930, la población activa en Gipuzkoa se distribuía de la siguiente manera: el 25,9 % en el sector primario; el 40,3 % en el secundario; y el 33,8 % en el terciario. Después llegó la Guerra Civil (con ella se suspendió el Concierto Económico), la política intervencionista del estado español y la eliminación de ciertos monopolios. Pese a todo, durante los años 40 las empresas volvieron a emerger y los 50 fueron irregulares, pero podría decirse que en esos años se afianzaron las industrias básicas guipuzcoanas. A finales de los años 60 se pudo apreciar un cambio de tendencia, acentuada entre 1973 y 1976, con una crisis que hizo mella especialmente en los sectores del papel y del cemento, y con un comienzo de los años 80 en el que el paro superaba a la media española y que obligó a una reconversión de la industria. A comienzos del siglo XXI, Gipuzkoa era un espacio con una importante tradición industrial, pero con menos empleo y con una menor aportación de este sector al PIB. El metal y sus ramas siguen teniendo mucho protagonismo, pero se había dado también inicio a un periodo de tecnificación, modernización y diversificación. Han sido varias crisis, tanto a nivel nacional como mundial, las que se han dado en este primer cuarto de siglo, pero esa industria que, además ha tenido que afrontar una cuarta revolución, sigue siendo un eje vertebrador del desarrollo económico de Gipuzkoa. La Gipuzkoa de 1934 En 2009, con motivo de los 75 años de EL DIARIO VASCO, Miguel Ángel Mata recogía en un reportaje especial cómo era la economía guipuzcoana en 1934, año en el que se fundó este periódico. Lo hacía así: «La Gipuzkoa de 1934 estaba marcada por los efectos de la Gran Depresión de los años 30 que siguieron al ‘crack’ bursátil de 1929. En Gipuzkoa, además, se sufrieron los cambios de la política económica de la II República, que se fueron agravando hasta llegar al estallido de la Guerra Civil en 1936. En aquel 1934, el sector primario (agricultura y pesca) representaba el 25,9 % del producto interior bruto (PIB), los servicios suponían el 33,8 %, y la industria lideraba la generación de recursos con un peso del 40,3 %. Papel, textil y metal eran los sectores punteros, seguidos por el cemento, gracias a Rezola. Junto a ellos, comenzaba a cobrar protagonismo el sector eléctrico. Las tres grandes empresas del territorio eran La Papelera Española de Errenteria, Unión Cerrajera de Mondragón y CAF de Beasain. Como ha sido una constante hasta nuestros días, el tejido empresarial estaba formado por pequeñas y medianas empresas, muy diseminadas geográficamente, donde el factor capital era relativamente bajo y la mano de obra muy cualificada».
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