90 años de El Diario Vasco con Donostia

8 CON DONOSTIA URBANISMO El desarrollo de San Sebastián ha pasado por superar primero sus murallas para, después, ir ganando poco a poco terreno a una orografía complicada an Sebastián ha ido creciendo en los dos últimos siglos, desarrollándose a partir de una reconstrucción obligada por los incendios de 1813, superando primero los límites que las propias murallas de la ciudad supusieron y, después, arañando metros a una orografía que condiciona cualquier desarrollo. Los montes, el mar, el río… Son muchos los factores que hay que tener en cuenta a la hora de que una ciudad se expanda y, en el caso de Donostia, ha sido un verdadero reto. Las decisiones tomadas y ejecutadas en los últimos 200 años han permitido, eso sí, hablar ya de una comarca, Donostialdea, que, con la capital de Gipuzkoa como eje sobre el que todo gira, permite llegar a otras localidades como Errenteria, Lasarte-Oria o Astigarraga sin prácticamente apreciar dónde están los límites de San Sebastián y hasta dónde llegan los otros municipios. Viajando 90 años atrás en el tiempo, que es lo que nos ocupa, podemos ver cómo el Ensanche de Cortázar, por medio del cual la ciudad creció más allá de la Parte Vieja, era ya una realidad, y, de hecho, eran ya pocos los solares vacíos en aquella zona. Amara Viejo ya existía y llevaban algunas décadas trabajando también en el Ensanche Oriental y Gros, con un puente, el de La Zurriola, construido en 1920. En El Antiguo, ya existía la zona de villas de Ondarreta y en 1921 se realizó un concurso para urbanizar el barrio Texto: Álex López S Una ciudad que ha rebasado sus propios límites Juan Karlos Izagirre Exalcalde y portavoz municipal de EH Bildu Lo que de verdad importa Donostia ha cambiado en 90 años, claro. En lo urbanístico, con la creación de barrios o la desaparición y construcción de edificios emblemáticos. En lo económico se ha pasado de épocas más industriales y un sector primario relevante a la actual, con predominio del sector terciario. En el ámbito cultural se apostó por eventos internacionales y también se hizo defensa acérrima de nuestra cultura y lengua de manera ejemplar. Hemos sido testigos del auge de la gastronomía o de grandes cambios en movilidad, comercio, migración o servicios y equipamientos. Pasan los años y no dejamos de quererla. Su paisaje, clima o arquitectura lo hacen sencillo. Pero no olvidemos lo que de verdad importa y da personalidad: su gente. Porque una ciudad poco activa, sin una forma de ser propia, que no disfruta y promociona su cultura, con una ciudadanía disgustada, carente de red social cohesionada... podrá gustar, pero nunca enamorar. Tenemos la suerte de contar y haber contado con un tejido asociativo impresionante, que ha variado en el tiempo, pero siempre ha sido acicate para los gobiernos y resolutivo en muchos casos. De índole vecinal, sectorial, de trabajadores, proponiendo proyectos, denunciando otros... Tejido y ciudadanía que hay que cuidar y aprovechar su potencial, aunque muchas veces se haya obviado, llegando a poner en riesgo la personalidad donostiarra, la idiosincrasia y vida de cada barrio y el sentimiento de pertenencia. Fui alcalde cuatro años y si de algo me siento orgulloso es de haber escuchado y trabajado con la ciudadanía. En plena crisis, fue asombrosa la respuesta de las y los donostiarras a la hora de compartir propuestas y soluciones: inundaciones, movilidad, acceso a la vivienda, presión de lobbys lucrativos, usos del espacio público, necesidades de los barrios y personas vulnerables, declive del comercio local... Y seguimos trabajando, buscando esos consensos e implicaciones, para lograr una Donostia con barrios vivos, con los servicios necesarios, con el comercio local vital e irremplazable; con una movilidad y turismo sostenibles; un Urumea protagonista; una variante transformada que una barrios; y una Donostia repleta de actividades culturales, sociales y políticas, que muestre su cultura y lengua, haciéndola más atractiva e integradora. Una Donostia que enamore. No olvidemos que lo que da personalidad a una ciudad es su gente; y tenemos la suerte de contar y haber contado con un tejido asociativo impresionante»

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