5 SUPLEMENTO ESPECIAL 23 de junio de 2024 ENTREVISTA apertura del Gran Casino, hoteles y restaurantes de lujo y el comercio, ‘a la última’, consiguió que a San Sebastián llegara el dinero y, con él, la subida del coste de la vida. El dinero era repartido de forma desigual. Compartían ciudad, que no espacio, las grandes fortunas y una clase obrera con grandes dificultades. Aunque hay que matizar que, incluso en los casos graves, el nivel de vida de San Sebastián era, en líneas generales, superior a la media del Estado. El Ayuntamiento lo advirtió: si queremos una ciudad con alta calidad de vida, debemos aceptar que vivir en ella será caro. Por lo que afecta a la vivienda siempre ha sido ‘muy cara’ y siempre aduciendo la falta de espacio. Ya en 1813, tras los desastres del 31 de agosto, a falta de casas donde vivir, el alquiler de las que quedaron en pie y las que fueron construyéndose se elevó en un 300 %, teniendo que intervenir la Justicia para ajustar los alquileres. Se fueron construyendo ensanches y, hasta nuestros días, la falta de espacio siempre ha sido la principal justificación para elevar las rentas. ¿Cuál era el panorama de la Prensa cuando nació El Diario Vasco? El Diario Vasco nació en un momento político complicado, debiendo competir con tres buques insignia de la prensa donostiarra de la época: La Voz de Guipúzcoa (republicano 1885-1936), El Pueblo Vasco (independiente 1903-1936) y La Constancia (integrista y fuerista 1897-1936). Durante la Guerra Civil, mucha gente de las zonas en las que la guerra estaba más activa vino a Donostia. ¿Supuso esto algún tipo de transformación social? La guerra propiamente dicha, la guerra en las calles, en San Sebastián duró del 18 de julio al 13 de septiembre. A partir de estas fechas, para muchas personas y familias franquistas San Sebastián fue un lugar donde ‘se podía vivir tranquilo’. Fue el comienzo de un ‘turismo oficial’ que se mantuvo hasta 1975, notablemente visible los meses de verano e influyente a la hora de programar la vida pública de la ciudad. ¿Cómo eran las fiestas en aquellos años 30? Muy básicas. Unas navidades muy familiares. Aparecían las primeras cabalgatas de reyes organizadas por Umore Ona, Euskal Billera, Unión Artesana y Donosti Zarra. Había media docena de tamborradas a las que se añadieron Gaztelubide, en el 34, y Sociedad Recreativa Egia, La Mariposa, Cosacos de Zarauztarko«, Guk Ere Naidegu y Eusko Gaztedi en el 35 y Ur Zaleak en el 36. La Semana Grande ya ha sido citada, las Fiestas Euskaras llegaban en septiembre y vuelta a empezar con una Feria de Santo Tomás muy rural, localista y artesanal. ¿Qué papel jugaban entonces y han jugado las sociedades gastronómicas? Pocas sobrevivieron al 36 pero, en el fondo, su filosofía no ha cambiado mucho. Cocina y organización de las fiestas populares del barrio y de la ciudad, ya sea en el terreno coral o en el por todos conocido de la tamborrada. En algunas, bastantes, mucha actividad deportiva basada en la pelota, el fútbol, el remo y la bicicleta… incluyendo la montaña. ¿Cómo han evolucionado? Si prestamos atención a lo escrito sobre su origen, la evolución ha sido patente. El acceso de las mujeres puede ser algo puntual de nuestros días, pero si llegamos al principio, varios cronistas rra. Para los más pequeños había baile a lo suelto los domingos, en la plaza de la Constitución. También se organizaban bailes los fines de semana en algunas sociedades populares, clubes deportivos y casas regionales. Gaztelubide cantó el 14 de agosto de 1934 su primer ‘Festara’ y la Semana Grande estaba muy limitada a toros, conciertos en el Boulevard y algunos días fuegos artificiales. A nivel territorial, ¿de qué barrios se componía? Básicamente la Parte Vieja, el Ensanche Cortázar y el área romántica. Un poco apartados estaban Gros y El Antiguo, cuyos habitantes todavía decían ‘vamos a San Sebastián’ cuando venían a la Parte Vieja. El centro de la ciudad apenas llegaba hasta la plaza del Centenario. Hacía una década que se había cambiado el curso del Urumea que bordeaba el actual ensanche y más allá solo había huertas y algunos caseríos. Los jardines de Ondarreta, presididos todavía por el edificio de la cárcel, hacía diez años que acababan de ser diseñados y detrás de la zona residencial de El Antiguo, se abría un horizonte industrial con epicentro en Bentaberri. Egia, salvo el paseo del duque de Mandas, al igual que Intxaurrondo, eran todavía zonas rurales y en El Antiguo proliferaban los talleres mientras que la zona del Kursaal, convertido en cine, teatro y zona de baile, conocía un periodo decadente que se prolongaba desde el cierre de su casino. Hablar de Loiola, Añorga o Aiete eran palabras mayores referentes al extrarradio. En los años 40 y 50, cuando íbamos a merendar a los caseríos de Anoeta, nos metían prisa para comer porque si no, no nos daba tiempo de ir y volver en una tarde. ¿Era ya una ciudad en la que el coste de la vida era elevado? Creció mucho tras el derribo de las murallas (1863) y no teniendo industria ni puerto, como otras capitales, para atraer mano de obra que pudiera ocupar las casas que se estaban construyendo, se optó por ser una ciudad de servicios, cuyo principal atractivo (lógicamente aparte del paisaje, el clima, la playa y los baños) sería la cultura, la educación (se evitó el analfabetismo), la higiene, el urbanismo, la estética, la elegancia. En definitiva, adaptación de las ideas liberales más avanzadas. Todo ello, junto con la El Ayuntamiento lo advirtió: si queremos una ciudad con alta calidad de vida, debemos aceptar que vivir en ella será caro» Javier Sada » CONTINÚA Una charla de museo. Javier Sada es un libro abierto que cuenta la historia de la ciudad tan bien como el propio museo San Telmo, donde se realizó esta sesión de fotos.
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