90 años de El Diario Vasco con Donostia

4 CON DONOSTIA razones económicas, la monarca fue un símbolo que benefició a San Sebastián. Políticamente se vivían años convulsos y la llegada de la República para unos significó la llegada de la libertad y para otros, tiempos revueltos. ¿Cuáles eran las costumbres y la oferta de ocio en la ciudad? San Sebastián era una ciudad tranquila. Paseos familiares los domingos y el resto de la semana, trabajo o colegio. Los chavales jugábamos en la calle hasta las diez de la noche, que era la hora de cenar. Había media docena de teatros y otros tantos cines. Había frontones y bailes en Igeldo, La Perla, el Hotel Príncipe de Saboya… Aunque los más populares eran los de las plazas de Renteria, Hernani y Lasarte, puntos de cita de la juventud donostiaSe cumplen 90 años del nacimiento de El Diario Vasco. Las páginas de este periódico han retratado a lo largo de nueve décadas la evolución de la ciudad. La forma en la que se ha ido moldeando hasta llegar a lo que es en la actualidad. Pocos nos pueden aproximar mejor a lo que era San Sebastián en 1934 que Javier Sada. Columnista de este periódico durante décadas, con su teclado ha dibujado la ciudad y sus gentes mejor que nadie. A continuación nos traslada a esa Donostia que vio nacer este diario. ¿Cómo era Donostia en 1934? La ciudad todavía estaba intentando recuperarse de la crisis que supuso la prohibición del Juego en 1924. Y la muerte de la reina María Cristina fue la puntilla. Para unos por simpatía y para otros por Texto: Mikel Encinas Fotos: L. M. Unciti «San Sebastián hoy está mejor que antes de ayer» Cronista de la ciudad Javier Sada Eneko Goia Laso Alcalde de Donostia-San Sebastián El alma de una ciudad ¿Dónde se encuentra el alma de una ciudad? ¿Qué elementos la hacen diferente, auténtica, original y distinta a otras? ¿Cuáles son los matices de nuestra identidad, aquellos que nos hacen sentirnos, percibirnos, donostiarras y no de otro lugar? Muchas veces me he hecho estas preguntas. Y es probable que cada uno de nosotros compartamos algunas repuestas, y difiramos en otras. Porque, al igual que las urbes, también las personas somos individuales, irrepetibles, incomparables. Ni mejores, ni peores. Simplemente, distintas. Para mí, el alma de Donostia empieza en el propio nombre. Hay pocas ciudades que se autodenominen en dos lenguas. Para algunos, ser de Donostia define y marca un estilo, una forma de ser. Otros responden al «¿de dónde eres?» con un «de San Sebastián». El mismo nombre evoca ciudades diferentes, al menos en mi imaginario. En un caso, más cercano a lo local, a lo próximo, a lo koxkero o joxemaritarra, más de Irutxulo o de lo Viejo, donde se hacen aquellas cosas que hacemos aquí: potear, pasear, comer karrakelas o kiskillas, ver los fuegos o discutir sobre la Real. El otro topónimo, el del Santo, me habla de esa otra ciudad espléndida, de los edificios majestuosos y su historia, de los barrios con vida propia, como Altza, El Antiguo, Gros o Amara... La ciudad que ya luce en el firmamento de las ciudades con estrella propia. Me reconozco en la una y en la otra. Las dos tienen parte de mí, y yo tengo mucho de ellas. Me gusta cenar en una sociedad con los amigos, hacer compras los sábados por la mañana en la Parte Vieja, dar una vuelta por el Paseo Nuevo y subir a Urgull a contemplar si el mar sigue como lo dejé. Me gusta el bullicio de rincones como la plaza Easo por las tardes, el domingo de Piñata en el Carnaval de Altza, la llegada de la Clásica o de la Behobia al Boulevard o las finales de fútbol en la playa... Son cosas que solo pasan en mi ciudad. Que solo me pasan en mi ciudad. No son ni mejores ni peores que otras ciudades. Pero estas llevan pasando toda la vida. Y toda mi vida me acompañan por fuera y por dentro. 90 años de vida de un periódico dan derecho a reivindicarse como parte del alma de esta ciudad. Son miles y miles de personas que han nacido, crecido y llegado al crepúsculo con El Diario Vasco como referencia informativa. Que alguien en nuestra ciudad cumpla 90 años -sea una ciudadana, una sociedad gastronómica, un club deportivo o un periódico- es una gran noticia que merece ser celebrada. Porque si alguien cumple esa edad, y sigue ahí, significa que el hilo invisible que ha tejido la mano oculta del destino va a seguir acompañándonos y guiándonos por el camino de nuestra vida como ciudad, y como donostiarras. Para mí, el alma de Donostia empieza en el propio nombre. Pocas ciudades se autodenominan en dos lenguas»

RkJQdWJsaXNoZXIy Mzc0NTQ0